Cuando era niña, mi papá borracho abusaba verbalmente de mí. Me decía cosas como que no era bonita, que nadie me quería, que era una fracasada, que era la mayor decepción, que no tendría éxito en el futuro.
Estaba tan devastada, sintiendo que no era lo suficientemente buena. Para llenar este vacío dentro de mí, busqué en todos los lugares equivocados, como tener una vida nocturna, beber alcohol, relaciones equivocadas.
Esos fueron los días más oscuros de mi vida. Me sentía tan desesperada, impotente y desventurada. También intenté acabar con mi vida varias veces. En todos los aspectos, me sentía tan inútil porque me dejé abusar de muchas formas: física, verbal, emocional e incluso algunos episodios de abuso sexual.
Debido a mis experiencias pasadas, fue difícil para mí aceptarme a mí misma. Me consumía pensar en lo que la gente decía a mis espaldas. Haría cualquier cosa para ganarme la aprobación de la gente. Vivía desesperada por ser aceptada por los demás, estaba sedienta de ser amada.
Era extremadamente difícil para mí confiar en la gente porque pensaba que nadie me entendería, nadie me aceptaría, nadie me escucharía… y que no podía tomar decisiones correctas. ¡Cuántos años me creí todas esas mentiras!
A través del taller tuve un encuentro con Dios, el cual me ayudó a dejar ir a las personas y las cosas que no hacían ninguna contribución a mi vida. Y sobre todo, Dios me ayudó a perdonar. Perdonarme a mí misma y a las personas que me habían hecho mal, incluso si no se disculparon por lo que hicieron.
Aprendí el significado de la libertad total a través del perdón. Ya no soy una víctima de mi pasado, ni estoy ansiosa por mi futuro, porque tal como dijo el apóstol Pablo, “ya no vivo yo, mas Cristo mora en mí”.
No hay pasado demasiado roto para que Dios no lo sane. El amor de Dios cambió mi vida. Es el mismo amor que echa fuera todos mis miedos y preocupaciones, y ahora cuento mi historia como una heroína.
No puedo jactarme de mi amor por Dios porque le fallo a Él todos los días, pero puedo presumir de Su amor por mí porque nunca falla.